domingo, 15 de septiembre de 2013

Actividad scout

Espero toda la semana para un par de horas. No importa si está lloviendo, si hace frío o el calor en combinación con la camisola me cocinan viva. No importa si tengo que lidiar con personas a las que no les caigo bien, si mi ex está ahí, si tengo una fractura o si me queda muy lejos el local de actividades.
Dejo a un lado todas mis tareas y pendientes, cambio mis preocupaciones por una sonrisa y una pañoleta. No hace falta que me recuerden que es sábado y hay actividades scouts; trato de llegar siempre a tiempo para que no me castiguen por impuntualidad, pero de alguna forma mis papás se la ingenian para que lleguemos tarde.
Estoy aquí, con el uniforme recién seco porque horas antes lo lavé, con mis ganas de jugar y convivir con mis hermanos a los que he visto crecer. Con una flor de Lis cosida al pecho y al corazón, con muchos abrazos y bromas para la Manada y mis ganas de disfrutar y olvidar, todo lo malo que me sucedió en la semana.

Apretones de mano izquierda, pláticas, recuerdos, bromas... Me parece tan difícil llegar a ver cada sábado como rutina, siempre hay tantas cosas qué decirse y hacer. No me molestaría seguir llegando a casa llena de lodo incluso cuando me toque lavar camisolas amarillas algún día. Todo el cariño que le tengo a mis scouters, que me regalaron la oportunidad de hacer una promesa y me dieron herramientas para aprender y crecer, todos ellos, son mi segunda familia y, difícilmente, dejarán de serlo. Más que una pañoleta o un escudo, nos unen los lazos que cada sábado hemos forjado, en cada campamento, en cada dificultad.

El sábado scout es un regalo en donde se me olvidan mis problemas, en donde disfruto de cada momento y me fortalezco, aprendo y río, en donde mi buen humor me permite enfrentar la semana riendo y cantando, con o sin dificultades. En donde convivo con personas que, sin importar la edad, considero parte de mi familia y el "el fuerte protege al débil" obtiene todo el peso de sus palabras. Es un día en el que grito con honor, el pertenecer a un movimiento que no me ha dado sino satisfacciones y alegría, y si falto un sábado a mis actividades, me siento incompleta.

Así es como mis sábados me llenan y completan, como tan sólo un par de horas me producen tanta felicidad, como interactúan como anestesia a mis problemas y la dosis del escultismo me da energías para la semana que viene. Y así, el sábado por la noche, a punto de dormir, no puedo dejar de pensar en todo lo que hay por hacer, los proyectos que hay que entregar y manos izquierdas que aún debo estrechar, los campamentos en los que debo cantar y me doy cuenta, que estoy forjando mi vida de una manera tan maravillosa, que cuando deba contarle a alguien todo lo que viví, será una digna historia.


No hay comentarios: