domingo, 12 de enero de 2014

Pañoleta

Representa un grupo. Se supone que sus colores, en un orden exacto, no se repiten; eso las diferencia unas de otras. Si las uniéramos, probablemente le daríamos unas diez vueltas al mundo con ellas. Son multifuncionales, se crearon de esa forma por alguna razón. Provoca en quien la porta orgullo y honor, y también hace que la defiendan sin importar qué. No deben tocar el suelo (según la tradición de cada grupo).

Pañoleta.

Me encanta portarla, le da a mi uniforme ese toque que define a mi grupo, es su símbolo y es la representación clara de que un día, hace tiempo atrás, me sentí lista para recibir el compromiso de llevar la Ley y Promesa Scout.

Es indescriptible todo lo que he hecho con mi pañoleta. He curado heridas, mías y de mis hermanos, he jugado con ella en un sinfin de juegos de desfogue, ha sido pisoteada sin intención, llena de lodo, mugre, sudor, lágrimas en algunas ocasiones, humo de fogata , sangre. Ha servido de venda, de bandera, de filtro para el agua, de protección contra el sol, de almohada, de pañuelo de lágrimas. Ha sido mi confidente en todos los campamentos y hemos compartido amistades y apretones de mano izquierda. Ha sido mi pretexto favorito para acercarme con un scout y entablar una amistad, y ¿Por qué no? Ha sido la culpable de enamorarme en algunas ocasiones. Es la colección de la cual me siento más orgullosa que cualquier otra; me encanta poder observarlas colgadas de mi pared y recordar cada historia que se originó cuando las intercambié.

Se ha quemado por tratar de sacar la olla para el café un domingo temprano en campamento, ha portado nudos turcos de tantos colores y formas que he llegado a pensar que tengo a mi pañoleta muy consentida. Me siento fuera de lugar después de intercambiar la única pañoleta que portaba, llegando con mi grupo con una pañoleta diferente, pero me encanta decir a quién y de qué grupo proviene la que uso.
Mi mamá me ha regañado tantas veces porque no permito que la lave que incluso se ha atrevido en varias ocasiones a lavarla sin mi permiso.
Con ella le he mostrado a los lobatitos a hacer nudos de la amistad, viendo su sonrisa de satisfacción cuando logran hacerlo bien, después de muchos intentos.

Y también, por qué no mencionarlo, ha sido la mayor ambición que he tenido dentro del escultismo, cuando recién entré fue mi meta principal: Conseguir a como diera lugar, tenerla. Sin darme cuenta que, en el trayecto de mi lucha por obtenerla, se me olvidó el objetivo y comencé a disfrutar del escultismo. Cuando recibí la promesa, miré atrás, y entonces me dí cuenta que todo lo que pasé no fue por obtener un pedazo de tela, no... Todo lo que pasé fue para darme cuenta de que estaba preparada para recibir en mi la Ley y Promesa que hasta la fecha, he tratado de llevar.

No es más, en sí, que un pedazo de tela, eso es cierto. Cada quien sabe qué trato le da y porqué, pero en lo personal, deberíamos todos poner un especial interés en la Promesa que llevamos, sí... Pero en el corazón, y cómo y de qué manera transmitimos la misma a los demás y cómo contribuimos a dejar el mundo en mejores condiciones de como lo encontramos. Lo entiendo, lo vivo en carne propia, no es una tarea tan fácil de desarrollar, pero poco a poco vamos juntos comenzando con un sí. 


Es un pedazo de tela, es un símbolo en el exterior, es la representación de un grupo, pero lo que nos hace iguales a todos, lo que nos une y nos identifica, es la Promesa y la manera en cómo la expandemos a los demás.

Siempre Listos.