Siempre es un honor volver a escribir y tratar de hacerte sentir algo mediante palabras, más si es sobre el escultismo.
Por lo general mis ideas más creativas llegan a la hora del café, cuando todo se vuelve más lento. Reflexionando los últimos seis meses de mi vida, me he dado cuenta que, no me imaginé estar aquí y ser como soy hoy, ¿quién lo hubiera pensado? La vida de verdad te prepara una buena cuando tú crees que tienes todo bajo control.
Y entre todos esos pensamientos que me han orillado al destino que no imaginé, estaba mi vida en el escultismo. Todas las maravillosas experiencias que he vivido no hubiesen sido de otra manera y han forjado en mi tanto crecimiento, madurez y un poco de sabiduría que me hace pensar, que el escultismo es la medicina que necesitaba a mis males, las respuestas de las preguntas que nunca formulé.
Comenzando por Ley y Promesa Scout. Yo sé, y no me avergüenza decirlo; muchas veces no aplico la Ley Scout, no porque no lo deseé, porque no quiera o simplemente porque no la entienda en mi vida, sino porque son hábitos que tengo que forjar, que irán floreciendo en mi carácter hasta lograr ser la scout ejemplar que deseo ser algún día, tomará el tiempo que tenga que tomar, no soy perfecta, pero espero mejorar. Creo que tú y yo compartimos el mismo objetivo.
Todo me supuso un reto cuando entré. Llevar mi cuerpo a los extremos en cada campamento, excursión, aprender nudos, amarres, canciones, cómo prender la fogata y leerme al derecho y al revés Escultismo para muchachos. No sabía de qué era capaz hasta que sólo eramos la naturaleza y yo en una misma mancuerna, aprender a disfrutar el camino sin quejarse y añorar el lugar de acampado se volvió en una costumbre que aún tengo que pulir. Todo era nuevo y, a decir verdad, lo sigue siendo; aprender de cada lobato, de cada scouter, de tantas cosas que no podría haber hecho por mi cuenta. No se trata solamente del escultismo, sino de todos los ámbitos de mi vida, en superar la competencia contra mi misma y el aprendizaje y satisfacción que eso me brinda.
Aprendí a mirar la vida en diferentes ángulos, a abrir mi mente a nuevas experiencias y conocimientos, a encontrar en mi todo lo que necesito para ser feliz y en ayudar a ser felices a los demás, a todos a quien pueda ayudar. Que no es necesario una acción exuberante para cambiar este mundo, que con un abrazo, una sonrisa, abrir las puertas de mi casa e incluso apoyar a mis compañeros con una tarea me vuelve servicial, me acerca un poco más a lo que quiero ser, esclarece la idea de lo que hago con mi vida y me da una orientación, un consuelo cuando estoy triste, un mundo por descubrir y muchas manos por estrechar.
Me dio madurez, y un amor scout, algo que es muy difícil de explicar pero es tan sencillo de comprender, si lo has vivido me entenderás. He nacido tantas veces con todos los campamentos a los que asisto que, sin duda, el escultismo es mi vida. Es lo que quiero ofrecer a mis hijos y es el legado que quiero darme a mi, el escultismo es lo que quiero colgar en las paredes de mi casa, las historias que he de relatar a mis amigos y es toda la gente que quiero y estimo, y a los que no me quieren y estiman, también, porque creo que sin ellos no sería lo que soy y no me mostraría lo que no quiero ser. Es todas esas veces en las que regreso a casa con una sonrisa, es por los pequeños sacrificios que he hecho y los minúsculos ofrecimientos de servicio que he tenido hacia los demás alguna vez en mi vida, que espero un día poder satisfacer del todo.
Ser scout me dio herramientas, madurez, amor, hermandad, comprensión, crecimiento, límites, un hogar, una segunda familia, me dio comida y me ha dado refugio. Me ha otorgado los tragos más amargos también, en cada despedida y en cada decepción. Me ofreció oportunidades para ser mejor persona y también me ha dejado claro lo que no seré.
Descubrí el escultismo y cambió mi vida.